Como les contaba en el disco anterior, mi viejo bailaba y escuchaba tango. Nada mas. Le costaba mucho entender la música que escuchaba yo. Los Piojos zafaban hasta ahí, Los redondos no tanto. La Renga y Attaque eran decididamente ruido. Y del molesto. Y Los Piojos zafaron de tanto que se lo hice escuchar y se terminó acostumbrando.
Entre esas constantes discusiones ya sonaba de todo. Rubén Juarez siempre picaba en punta, en los cassettes y el stereo del 147. Pero mas adelante conseguimos un reproductor de CD’s. Y en esas épocas hubo muchas colecciones que iban saliendo en diarios o revistas. Creo que las teníamos todas completas. Es más. Todavía las tengo.
Y mas allá de eso una cantidad gigante de CD’s de tango inundaron la casa. Entre esos estaba este, y de Troilo había mil, con distintos cantantes, Goyeneche, Floreal Ruiz. Discos De D’arienzo, Pugliese, Julio Sosa, Gardel.
De algún modo este fue el que mas me gustó de todos esos. Que canciones, no? como no me iban a gustar. Pero además había algo en esa orquesta que me atrapó sin nunca saber que fue. Se veía de una forma en que cada instrumento tenía igual importancia que los demás, incluyendo la voz. Algunos temas tenían mas letra, que quedaba fuera. De a ratos cantaba Fiorentino, con esa voz que parecía un violín, o algún instrumento perfectamente afinado y en total sintonía con la orquesta. Y también de a ratos sonaba instrumental. Todo en su justa medida parecía ser el mandato del gran director.
Pero repasemos: «Tinta Roja», «Malena», «Los Mareados»! Sigo? «Barrio de Tango», «Gricel», «En esta tarde gris», «El Bulín de la calle Ayacucho». Y todos los demás. Tremenda selección. Por Favor, si todavía lo escucho y se me pone la piel de gallina.
Que viva el tango señoras y señores! Nuestra música ciudadana es hermosa y llena de sentimientos.