Sigo con cierto orden cronológico y ando por allá por mis 15 o 16 años.
Con mi viejo paseabamos mucho en auto, en una época en que alquilaba una casita de fin de semana en Punta Lara, a una cuadra del río. Íbamos todos los sábados y domingos, y a veces algunos días más. Nos quedábamos todo el día y llevábamos una radio y uno de esos estuches donde entraban alrededor de 15 cassettes. Eran todos de tango, hasta que empecé a llevar algunos míos.
Mi viejo era bailarín de tango. Iba a dos clubes o lugares donde se organizaban milongas y además grupos de baile. «La casa del tango» y «La Protectora» creo que se llamaban. Y también iba a cuanta milonga aparecía. Con esos grupos bailaban en teatros y el tango era todo lo que escuchaba. Mi viejo respiraba tango.
Tangos de bandoneón, de guitarras, de violines, o de pianos. Instrumentales o cantados. Como venga, pero Tango.
No me olvido mas de cuanto lo escuchábamos en esos paseos, de esas idas y vueltas, o mientras con mis amigos de allá jugábamos a la pelota, alternando entre la radio donde se escuchaba el futbol de primera, e íbamos escuchando y anotando los resultados de fútbol, y los cassettes de mi viejo.
Eran puro sentimiento, como no me iban a llegar? como no me iban a marcar para siempre?
Por mi viejo y también por las letras, cuando no? Rubén Juárez le cantaba a su bandoneón a puro corazón, «lo mismo que si hablara con la vieja», le cantaba al barrio en «El corazón mirando al sur» con «la esquina, el almacén, el piberío», y al padre laburando en la fábrica de sol a sol, al igual que el mío.
Otra vez alguien que me contaba de forma simple las cosas que vivía y tenía a mi alrededor. La nostalgia de la tarde lluviosa en «Cuando tallan los recuerdos» o el «Contame una historia, vos que sos mi hermano» pidiéndole al amigo que le levante el ánimo. Y tantos otros, todos los de ese disco y más. No todos eran de él, ni se cuales lo eran, pero que lindo era escucharlos en esa voz y en ese bandoneón.
Y claro, con el tango, además, yo llevo a mi viejo a todos lados.